Torres de Malory 13--Nuevas compañeras by Enid Blyton

Torres de Malory 13--Nuevas compañeras by Enid Blyton

autor:Enid Blyton [Enid Blyton, Rebeca Westcott Smith, Narinder Dhami, Patrice Lawrence, Lucy Mangan]
La lengua: spa
Format: epub
ISBN: 9788427222335
editor: Penguin Random House Grupo Editorial España
publicado: 2020-03-13T00:00:00+00:00


Darrell levantó la mirada con exasperación.

—Nunca aprende —dijo—. A ver cuánto tiempo podrá seguir Sunita tomándole el pelo.

Darrell, Alicia y Sally siguieron a Gwendoline y a Sunita por el Patio, camino del aula de francés.

Cuando llegaron, Gwendoline ya le había guardado el mejor sitio a su nueva amiga y, por supuesto, se había sentado muy orgullosa a su lado.

—Dime si puedo hacer algo más por ti —le pidió a Sunita con entusiasmo.

—Ábreme el libro de francés, por favor.

Gwen se inclinó hacia delante y obedeció. Darrell casi no pudo contener la risa al ver las expresiones alucinadas de Irene, Belinda, Mary-Lou y las demás.

—¿Qué demonios está haciendo Gwen? —murmuró Jean asombrada.

Darrell enseguida la puso al corriente de lo que ocurría y Alicia se lo susurró al oído a su mejor amiga, Betty. Muy pronto todas las alumnas de tercero supieron lo que pasaba y tuvieron que hacer un gran esfuerzo para que sus expresiones no las delataran. Irene, sin embargo, no consiguió ahogar una de sus risas explosivas y tuvo que hundir el rostro en su pañuelo.

Al cabo de unos instantes, Mademoiselle Dupont entró en el aula y se dirigió hacia su escritorio con sus altos tacones. Sonrió a Sunita de oreja a oreja.

—¡Ah! Hoy tenemos con nosotros a una nueva alumna. Bienvenue, Sunita.

—Merci, Mademoiselle —repuso la niña.

Gwendoline sonrió. Estaba segura de que a Sunita se le darían muy bien los idiomas. Al fin y al cabo, una princesa tenía que viajar por el mundo y conocer a personas muy diversas. Y sin duda también destacaría en música, baile y a la hora de hablar en público, todas ellas capacidades indispensables en una princesa.

Sin embargo, se llevó una desilusión: el francés de la «princesa» Sunita dejaba mucho que desear. Mademoiselle hizo chasquear la lengua y sacudió la cabeza cuando la niña leyó en voz alta su traducción, y tuvo que corregir su pronunciación en varias ocasiones. Gwendoline estaba un poco desencantada. Y ella que pensaba que Sunita la ayudaría con sus deberes de francés.

—Ahora leeremos juntas la página cuarenta y cinco del libro de texto —anunció la profesora.

Gwendoline enseguida se inclinó hacia su compañera y empezó a pasarle las páginas del libro. Cuando Mademoiselle lo vio, se quedó tan sorprendida que estuvo a punto de caerse de sus tacones.

Esta vez Darrell no pudo contenerse y se echó a reír. Todas las demás la imitaron y Sunita se puso roja como un tomate.

—¡Gwendoline! —tronó Mademoiselle con un chorro de voz sorprendente teniendo en cuenta lo bajita que era—. ¿Se puede saber qué haces?

—Ayudo a Sunita a encontrar la página del libro —musitó la niña muy colorada.

—Est-ce vrai? —preguntó Mademoiselle, fulminándola con la mirada—. ¿Acaso Sunita ha perdido la movilidad en los brazos?

—No, Mademoiselle —respondieron a coro Sunita y Gwendoline.

La clase se tronchaba de risa.

—¡Silencio! —ordenó Mademoiselle—. Página cuarenta y cinco, mes enfants, y que todo el mundo pase las páginas del libro con sus propias manos o me enfadaré.

—Oh, ¡casi me muero de la risa! —le susurró Darrell a Sally después de clase, camino del laboratorio de ciencias—.



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